El espejo me devuelve la imagen de una mujer madura que decidió ya no jugar el juego social y mercantil de “verse joven para valer”. Me di cuenta que todas al final lo perdemos y el esfuerzo y costo son muchos.
Me miro con varias canas ya que llevan 15 centímetros de crecimiento, cada arruga, cada mancha, una historia. Hace poco más de un año tomé la decisión de dejar de teñirme el cabello. No fue un acto de rebeldía, sino de aceptación. Y en esa rendición, encontré una libertad que nunca imaginé.
La sociedad nos ha enseñado que la belleza tiene una fecha de caducidad, que la menopausia es el punto final de nuestra feminidad y que el paso del tiempo es algo que debemos combatir. Nos dicen que la juventud es el único tesoro, pero ¿qué hay de la sabiduría, la paz y la autoaceptación que solo los años pueden darnos?
Soy una de las muchas Mujeres sin Regla, y no me refiero solo al ciclo menstrual. Hablo de dejar de seguir las reglas impuestas por otros, de atrevernos a mostrar nuestras canas sin que nos haga sentir desarregladas, poco atractivas. Se trata de abrazar los cambios en nuestros cuerpos como una evolución natural, no como una falla. La perimenopausia y la menopausia no son el principio del fin, sino el inicio de una nueva y emocionante etapa.
Es un momento para reconectar con nosotras mismas, para escuchar a nuestro cuerpo y honrar lo que somos. Darnos cuenta de que nuestra esencia no depende de la juventud, sino de la autenticidad que mostramos. Es hora de dejar de luchar y empezar a vivir esta nueva etapa con alegría y plenitud.
¡Bienvenidas a la tribu de las Mujeres sin Regla, donde nuestra edad es nuestra superpotencia! Es momento de encontrar nuestras propias reglas y celebrar la maravillosa vida que aún nos queda por delante.
Con cariño,
Claudia Rodríguez Segovia